Lunes, muy temprano, suena el despertador. La primera intención es apagarlo, darnos la vuelta y seguir durmiendo. No obstante, en ese momento buscamos en nuestra cabeza unos pensamientos, unas ilusiones: el deseo de vestir el uniforme, crecer como persona dentro de una institución única, ayudar a los demás, trabajar por tu país, ascender… Pensamientos que generan una emoción y una excitación demasiado grande como para seguir durmiendo. No lo dudas un segundo más, te levantas y te preparas para la jornada. Sabes que para que esas ilusiones sean una realidad, se requiere de un esfuerzo continuo, de una dedicación absoluta, de una firme constancia.
Debemos saber que opositar es un arduo camino que, en algunos momentos, roza la desesperación, la desgana. Incluso habrá días duros en los que ronde por nuestra cabeza dejarlo. Son pensamientos que pueden debilitarnos y, por ello, es muy importante una buena gestión emocional y saber sobreponerse a ellos. No cabe duda de que para vestir el uniforme se requiere un gran sacrificio, pero la recompensa —y qué recompensa— es enorme. Aquello que más merece la pena, más cuesta conseguir. Luchar por vestir de uniforme es el claro ejemplo de esta afirmación. ¿Que cuesta esfuerzo? Sí, pero ¿merece la pena? Sin duda alguna. Cada día de esfuerzo, cada semana de lucha, cada mes de duro trabajo tendrá su recompensa. No nos arrepentiremos.
Pertenecer a una de las instituciones mejor valoradas de España es una motivación en sí misma. Una vez dentro, reporta una gran satisfacción desempeñar una labor útil, que contribuye al bienestar social, que vela por la seguridad del ciudadano. Estos son los pensamientos con los que hemos de inundar nuestro día a día.
Hay motivos más que suficientes para vencer las ganas de quedarnos en la cama (quien dice la cama dice hacer otras cosas más placenteras que estudiar); son razones para pensar que al final del arduo camino está la recompensa, ese premio que exige lo mejor de nosotros mismos. Es un reto, sí. Y es duro, sí. Pero hemos de buscar la motivación que, por supuesto, existe, ese uniforme que tanto ansiamos. Cuando decaigas, cuando creas que la desgana te supera, cuando pienses que ya no puedes más, recuerda por qué empezaste.
Fernando González. Psicólogo. Miembro del equipo de Desafío Ñ.